viernes, 2 de enero de 2009

Me siento vacio.

Me siento solo y vacio
Muero en este frio
Y al final de la luz
Veo mi salvación.

Ojos grandes y blancos
Me guían en la oscuridad
Le pido a los dioses que tengan piedad
Pues me estoy enamorando de ti con facilidad.

Te veo dormir
Y observo tu cara dulce con una sonrisa
Pienso que el tiempo pasa despacio
Bien, Pues no tengo prisa.

Rezo en silencio y a oscuras
Pues mi tiempo termina
El túnel acaba
Y sus ojos me guían.

jueves, 18 de diciembre de 2008

La ira de la Arena

Mi nombre es Kaeso Cornelius, tengo 28 años y he sido vendido como esclavo a un entrenador de Gladiadores. Daré mi vida sin quererlo por entretener a la plebe de una ciudad en decadencia. Hace ya cuatro veranos desde que el gran Nerón incendió Roma y destrozara la vida de sus gentes por inspirarse en tocar un objeto absurdo.
Hoy, hoy es un gran día para mí, hace diez años que trabajo para Aulus Aumar y me va a conceder la espada de madera si gano este combate. Está pactado que si pierdo, no moriré, pero ya nadie se fía del César. Necesito este combate, ser libre y podré volver donde siempre he querido estar, en los escuadrones Romanos.
El joven Kaeso se preparaba para salir a la arena, se equipó con un casco de cabeza entera, no permitía muy buena visión, por lo que no esperaba llevarlo mucho tiempo, cogió una espada larga, mellada por sus tantos combates pero aun así no era bueno descuidarse de ella. Se puso unas espinilleras y un brazalete hasta el hombro de hierro. Respiró tres veces hondamente.
El sol calentaba la tierra de la circunferencia de combate y la gente gritaba eufórica por este gran acontecimiento. La guardia del César tenía a sus pies sacos de pan, para que el gentío estuviera contento. Todos esperaban un gran combate.
Las cuatro puertas que tenia el Coliseo se abrieron a una vez y la gente gritaba animando a sus favoritos.
Cuatro hombres fornidos y de grandes músculos salían de los portones. El primero era un hombre de piel curtida por el sol, cicatrices en la cara y una tela que cubría un ojo. El segundo, un hombre traído de África, ataviado únicamente con un tridente y una red miraba extrañado el lugar. El tercer hombre, parecía más que un hombre un oso, era enorme y portaba una gran maza, iba ataviado con armaduras y casco. El cuarto, el joven Kaeso Cornelius salía con aires de grandeza, saludando al público con elegancia.
Un hombre, vestido con ropajes blancos salió desde detrás de Kaeso y se dirigió al medio de la arena.
-¡Gentes de Roma!-Vociferó-Soy el Pontífice Septimio Severo, he sido invitado a presenciar esta lucha y he salido a dar la bendición de los dioses ha estos hombres-Continuó su discurso- Cuando salga de la zona de lucha, comenzareis. Que los dioses estén con vosotros.
Salió del terreno de combate y miro a Kaeso con un gesto pícaro en la mirada. Este miró extrañado al hombre que salía del terreno con carrera torpe debido a las túnicas.
Los portones cerraron de golpe y fue la señala que sacó a Kaeso de su embelesamiento. El joven Africano, avanzó con su arma preparada para atacar. Cuando estuvieron cuerpo a cuerpo, Kaeso y el africano empezaron a intercambiar golpes.
Mientras tanto, el hombre-oso y el hombre de la venda en el ojo luchaban sin ceder ninguno terreneno.
Kaeso daba estocadas y bloqueaba ataques sin cesar mientras esquivaba la red que lanzaba el joven africano. Media hora después, el joven africano, yacía en el suelo muerto y con un brazo cercenado. El hombre de piel curtida, acabo con el hombre-oso de una estocada certera en el cuello, que le atravesó y calló de forma estrepitosa al suelo.
-¡Chaval! ¡Te toca a ti!-Gritó el hombre de la venda en el ojo- ¡Lucha con honor y muere con el!
Mientras el hombre se acercaba poco a poco con parsimonia en sus movimientos, Kaeso se quitó el casco y lo arrojó contra una pared para que no estorbara.
Ambos salieron corriendo hacia el contrario. Chocaron las espadas, las chispas volaban, Kaeso esquivó un dos y tres ataques. Y contraatacó con mas fiereza que nadie hubiera esperado, su enemigo esquivó un ataque y el otro le hizo un rasguño que le hizo retroceder y agacharse. Kaeso iba a asestar el golpe de gracia cuando… Una flecha atravesó su abdomen. Se giró y vio como uno de los soldados que protegían al César habían disparado a su señal.
Aprovechando la impresión, el hombre de piel morena, ataco desde abajo rasgando desde el abdomen hasta el pecho.
Escupiendo sangre, Kaeso cayó al suelo rodando. Su enemigo iba dando estocadas pero sin éxito. Dando vueltas sin rumbo se arrinconó en una pared. Su enemigo sonriéndose, levanto la espada y se dispuso a clavarla. En un arrebato de ira, Kaeso atravesó la garganta de su antagonista. Se levantó como pudo y sacó la flecha de su cuerpo. Escupió sangre y se dirigió al centro de la arena.
-¡Esto es lo que queríais! ¿Me equivoco?-Sollozaba-¡ Os estais pudriendo en esta ciudad del inframundo! Esta ciudad… se pudre…
Otra flecha atravesó su cuerpo. Cayendo de rodillas escupió una vez mas sangre, otra flecha silbó y atravesó su hombro.
Cayó en el costado y su vida se fue acabando. Lo ultimo que vio fue como un remolino de arena pasaba a su lado y las flechas que se clavan a su lado.

martes, 16 de diciembre de 2008

Jugando a tres bandas

La noche era fria y lluviosa, el ambiete estaba cargado y la gente se refujiaba en los soportales. Las cafeterias estaban llenas y el olor a tabaco inundaba el “Tack Flap” un café que seguía abierto a espensas de ser fundado en los años 40. La gente reia y todos celebraban que los Broncos habian ganado Superbowl hace ya un mes… pero aun asi lo celebraban . Todos lo celebraban menos yo. Mi nombre es Jonh Colins y he perdido cien de los grandes apostando por el …”Caballo perdedor” y ahora, mi vida tiene precio. Hace un par de meses, anduve por donde no debia y vacilé cuando no debia. Dos mafias controlan la ciudad, la primera es la del Mercader, es un hombre amable y jovial excepto si no se le paga. La segunda pertenece a una familia asiatica, dicen ser una rama extendida de los Yakuza. Debo mucho dinero a las dos y ahora a una tercera. Esta, ha surgido desde lo mas hondo del Bronx, se hacen llamar Los iluminados. Sus maximos representantes son el sacerdote Smith y Carl Tompson. Vivo en Nueva York, cerca de Central Park y la verdad… hasta ahora nunca me ha faltado dinero. Os contare mi historia para poneros al día.
Todo empezó como no, jugando al “Telefono Estropeado”. Tenia un amigo que conocia un tipo que decia tener contactos, estos contactos le dijeron que los Broncos habian vendido el partido por millones y las apuestas estaban uno contra un millón. Todos apostaban por los Broncos. Me enteré de esto y aposté dinero que no era mio y ahí empezó mi maldición. El Mercarder un hombre no muy alto mandó llamarme para pagar sus deudas. Recuerdo que entré en un gran edificio, no pude saber cual tenia un ojo morado a causa de su invitación. Subí a el piso catorce creo recordar y entre en un gran despacho, tenia el suelo de moqueta, lo noté ya que me tiraron al suelo.
-Mirad quien tenemos aquí-Rio El mercader- Si es mi amigo…¿Cómo decias que te llamabas?
-Jonh Colins, encantado. Por cierto, ¿Le ha dado de comer a sus mascotas?-Pregunte mirando a los dos gorilas que tenia detrás a lo que respondieron sacudiendome un derechazo- Veo que no…
-Veo que eres muy agil con la lengua muchacho… Te voy a dar dos opciones-Anduvo por el pasillo mientras habla pausadamente-El señor Ming, del…Subclan Yakuza-Ironizó al decir esto- y yo no hemos… aliado, y queremos acabar con esa banda de matones de instituto formada por un sacerdote y un don nadie.
-¿Y que pretende que haga yo?¿Ir a cobrar su dinero?-Me volvieron a sacudir con el pretexto de que me pase de listillo-Sabe, me puedo negar.
-Claro, puedes negarte, pero… ¿Cuanto aguantas la respiración?-Soltó una carcajada sonora-Ahora, ve ha vestirte, Dick y Mike te llevaran a tu apartamento.
Miró a los gorilas y ellos salieron de la habitación indicandome que tambien saliera.
Salí del edificio y comprobé que me encontraba bastante lejos de Central Park, me montaron en un coche negro, y aceleraron. Media hora despues me encontraba frente a mi puerta con un ojo hinchado y un hilo de sangre seca por la comisura de la boca.
¿Qué es lo que tengo que hacer? No lo sabia, eso era algo que me preguntaba constantemente. Acudiria a mi familia si tuviera pero aun así no podrian hacer nada. Solo se me ocurrio una idea y esperaba con toda mi alma que saliera bien.
Tres horas despues, Mike y Dick se presentaron en mi casa, llamaron una sola vez, ya que la puerta se “Estropeó” sin querer. Me llevaron frente al señor Ming, y me explico lo mismo que “El Mercader” solo que el medió una puerta de entrada en la casa del sacerdote. Su hija. Dos horas despues me encontraba llamando a casa del sacerdote (Del cual desconocia su nombre hasta dos mintos despues de llamar).
-Hola, ¿Qué desea?-Preguntó el sacerdote
-Hola, soy el profesor… Phil Mcmilan-Mentí-Es usted el padre…
-Jack, llameme Jack-Sonrió por cumplir- Pase, ¿Qué sucede con Shara?
-Eh…Pues vera, en sí no pasa nada malo, simplemete tiene que aumentar sus calificaciones-Iba improvisando y la verdad no me lo creia ni yo- Creo que necesita un profesor…
-¿Qué?¿Mi Shara? Mmm…Quizas tenga razon ultimamente esta muy distraida…-El pobre diablo me miraba con cara de preocupacion- ¿Sabe usted de alguien?
¡No me lo podia creer, me lo habia puesto en bandeja!
-Pues, siendo una de las alumnas favoritas en el centro, yo mismo podria ofrecerme-El estomago se me habia cerrado.
-Mmm… Claro… ¿por qué no?
El señor Jack estaba muy confiado… aun no sabia el riesgo que conllevaba ser un capo de la mafia… pobre hombre.
Dos dias despues, me encontraba dandole clase a una niña de no mas de 5 años. Cada tres dias me encontraba con El mercarder y el Señor Ming para contarle todo. Mis deudas se iban pagando hasta un dia.
-Tienes que matarlo hoy mismo-Me anunció Ming- Sus negocios nos quitan dinero.
No dijo nada mas, me dio una pistola un silenciador y dos cargadores repletos de municion. Habia cojido cariño a la familia de Jack.
Mis dos nuevos amigos confiaban en mi, por lo tanto me dejaron marchar sin tener a dos gorilas vigilandome. Me diriji a una cabina y llamé a casa de Jack.
-Jack.. ¿Eres tu?-Pregunte.
-Si, ¿Ocurre algo profesor?
-Hoy no podré dar clase, ten cuidado-No pude guardar mas el secreto- Una mafia planea matarte hoy… yo, tengo que matarte hoy.
-¡¿Qué?!-Soltó un grito ahogado.
-Salid de la ciudad…¡Ya!
Solté el telfono y subí al edificio del Mercader. Saqué la pistola, puse el silenciador, y en la entrada hice tres disparos. Uno al Portero, otro a Mike y otro a Dick. Guardé mi pistola y subí al piso catorce.
-¿Qué? ¿Ya has matado a ese pobre invecil?-Rió a carcajadas.
-Ese invecil, solo queria una vida para su hija, costara lo que costara.
Saque mi arma y encaño a El mercader.
-Esto acaba para ti-Amartille la pistola.
-¡Ming te matar hijo de perra!
-Tendré que vivir con el miedo
Dispare mi arma y El mercader callo con un disparo en la cabeza…

Ahora me encuentro sentado en un bar… ahogando las penas en un vaso de Vozka con una bereta en el cinturon, siempre atento… pues no puedo parar de corre

Mi leyenda...

Mi Leyenda…
Año 1437, las leyendas de Vlad “el empalador” recorre toda Castilla y a nadie le gusta la gente rara. Me llamo Dante Divanto y soy Italiano, provengo de una familia de mercaderes y me hallo en Castilla por motivos meramentes políticos. Voy a ser casado contra voluntad, como manda la tradición, es algo totalmente odioso… pero será por unir dos familias en guerra constante…
La historia que os dejo aquí escrita es mi único legado… lo ultimo que quedara de mi…

Nací, crecí, y huí en Italia. Mas concretamente en Venecia y esta carta contara mis realidades… en esta carta no me presento como Dante Divanto sino como Argus… “El coleccionista de ojos”. Toda mi historia empieza, como casi todas, por un amor desdichado, nunca encontrado o simplemente jamás correspondido… ella era Elisabetta. Una joven de familia rica, niña engreída y mal criada, pero, sus ojos eran grises… sus ojos eran algo en lo que perderse, podias mirar durante horas y no darte cuenta de lo rápido que pasaba el tiempo. Mis padres, comerciantes locales, en expansión a otros lugares del mundo, tuvieron que tener tratos, con la familia de Elisabeltta. Pasábamos muchas horas juntos y como es normal, nos enamoramos. Pasaron las horas, los días, los meses y lo mantuvimos en secreto, era como fuego devorador el no poder gritar que la amaba y tenerlo que sufrir en silencio, aun así la amaba con toda locura.
Su padre al enterarse de que su hija salía con un hijo de comerciante, poca cosa para alguien como ella, dio orden de encerrar a su hija en un convento. A los pocos días, la noticia de la muerte de Elisabetta llegó a todo el pueblo. Las gentes de la zona, llevaron rosas rojas y lirios, las flores favoritas de su hija. Yo estuve hasta que aguanto mi cuerpo junto a su panteón. Tal era la locura de mi amor, que pensé en quitarme la vida… pero se quedó en un pensamiento… otras ideas rondaban mi mente….

En una noche, lluviosa, en las que el alma te roza los pies, decidí empezar mi horrible pero gratificante tarea… Aun recuerdo como fue…
Salí de mi casa a pocos metros del cementerio. Me adentré en el y bese la tumba de Elisabetta. Salí del cementerio y me encamine a casa del padre de ella (La madre de ella, falleció al darle a luz) Salté la pequeña verja del jardín y forcé la cerradura con una facilidad asombrosa, entre en la casa, recorrí un pequeño pasillo y vi el salón. Un gran salón, tenia grandes estanterías repleta de libros y las paredes con algunos cuadros de la mujer de aquel pobre diablo. Se encontraba degustando una copa de un licor que no llegue a ver, estaba sentado delante la chimenea sollozando por la muerte reciente de su hija. Al verlo llorar, el corazón me latió mas deprisa, sabia que pronto su vida acabaría… había visto a su padre un par de veces y siempre me sorprendía que Elisabetta sacara los ojos de su padre, eran exactamente los mismos…
Saqué de mi cinturón un pequeño cuchillo y lo cogí con el filo mirando hacia atrás. Dando pasos de felino me acerqué a su oído y le susurre….
-Tu… tu me la quitaste…-Mis palabras susurradas parecían dichas por una serpiente- Ahora… te quito a ti tu bien mas preciado…
Dicho esto, clave mi cuchillo una, dos , tres así hasta cuatro veces en su costado.
Lo dejé desangrándose mientras salí al jardín, cogí una rosa y un lirio y volví a la casa. Al entrar, El ya estaba muerto. Saqué el cuchillo y… ahí empezó mi obsesión. Sentí una euforia como nunca, sentía una risa incontenida y… le arranqué los ojos… en las cuencas aun sangrantes le deposite los petalos de rosa y de lirio…

No fue la ultima vez que asesine a una persona… en toda Italia obtuve renombre… como “El coleccionista de ojos” en otros como “El asesino del lirio y la rosa”. Marché de Italia junto a mis padres y ellos me han puesto en manos de una familia rica de Castilla…
Hasta ahora… en una pequeña habitación me dispongo a perder la vida de la forma mas deshonrosa que hay… el suicidio… escribiré mis ultimas palabras mientras la sangre mancha el papel…mi fin… me espera…y veo sus ojos…elibett……